El carnaval en el Perú es una celebración que ocurre antes de la cuaresma católica, haciendo de esta fiesta una fecha movible. Aunque las manifestaciones locales varían de un lugar a otro, todas comparten un espíritu lúdico y alegre. Durante los carnavales peruanos, se juega con agua, harina, talco y pinturas, y en algunas regiones se incorporan danzas folclóricas y tradiciones cristianas.
La festividad llegó con los primeros cristianos, pero a través del proceso de aculturación y sincretismo religioso, el carnaval adquirió características propias en el Perú. En la época republicana, los carnavales eran tan populares y salvajes que se intentó reprimirlos. En el siglo XIX, viajeros describieron los carnavales limeños como una mezcla de salvajismo y alegría, donde se lanzaba agua y globos llenos de perfume desde los balcones. Esta festividad también servía para satirizar a las autoridades, lo que llevó a la prohibición de máscaras.
A finales del siglo XIX, Ricardo Dávalos propuso organizar carnavales con fiestas y paseos públicos, siguiendo los modelos de Argentina e Italia. Para 1920, bajo el gobierno de Augusto B. Leguía, los carnavales se transformaron con pasacalles y carros alegóricos, destacando la elegancia de la élite. Este tipo de carnaval se impuso en las principales ciudades y en Lima se mantuvo hasta los años 50. No obstante, en los barrios populares perduró el espíritu desbordante del carnaval, reconfigurado por la migración del campo a la ciudad, que trajo consigo las costumbres andinas.
Las celebraciones andinas del carnaval, vinculadas a los rituales de lluvias en febrero, incluyen danzas y cultos a los apus y la pachamama. En muchos pueblos aún prevalece este tipo de celebraciones. Recientemente, se han reconocido cinco expresiones carnavalescas andinas como patrimonio cultural de la nación: el carnaval ayacuchano, el carnaval de Santiago de Pupuja, el carnaval de San Pablo en Cusco, el carnaval de Abancay y el carnaval de Marco en Junín.
Una tradición extendida es derribar un árbol adornado con regalos, conocido como «cortamonte», «yunza» o «humishas», entre otros nombres según la región. Durante esta actividad, los bailarines giran alrededor del árbol, turnándose para golpearlo con un hacha hasta derribarlo, momento en el que todos se abalanzan para recoger los regalos.
El juego con agua es una práctica común en todo el Perú, donde se utilizan globos y baldes de agua para mojar a los demás. Este juego también puede incluir pintura, talco, añilina y barro. Las festividades del carnaval mezclan lo natural y sobrenatural, lo religioso y lo pagano, reflejando las antiguas celebraciones en honor a la tierra, los animales y las plantas, desarrollando una identidad propia en cada pueblo.
Cada región del Perú celebra el carnaval de manera única. En Amazonas, se decoran árboles con espejos y animales vivos. En Ancash, además del juego con agua y pintura, se practica el cortamontes. Apurímac destaca por sus comparsas acompañadas de guitarras, quenas y tinyas, y en las zonas altas se realizan danzas que representan la ganadería y agricultura.
En Arequipa, los carnavales incluyen desfiles de carros alegóricos y concursos de bailes folclóricos. Ayacucho celebra con cortamontes y comparsas organizadas. En Cajamarca, las patrullas y comparsas recorren las calles en una festividad llena de color. En Huánuco, el personaje de Don Calixto preside la celebración. Ica realiza yunzas nocturnas, y en Junín, el carnaval jaujino y el carnaval marqueño son los más destacados.
La Libertad celebra con el carnaval de Julcán, vinculado a la actividad agrícola y la fertilidad. En Moquegua, el cortamonte y la tinka son tradicionales. En Pasco, los carnavales se asocian con la festividad de San Santiago. En Puno, la pandilla puneña y otras danzas autóctonas como la wifala y el q’ajelo destacan durante el carnaval. San Martín celebra con pandillas que bailan alrededor de la humsha, y en Tacna, las anatas y tarkadas son características de la región.