Archivo de la categoría: Historia

Pintor Diego Cusi Huamán

Diego Cusi Huamán fue un destacado pintor muralista peruano, activo en las primeras décadas del siglo XVII y miembro de la escuela cuzqueña de pintura. Reconocido como uno de los pioneros de la pintura mural colonial en el Perú, trabajó entre 1603 y 1607 en la decoración del presbiterio de la iglesia de Chinchero por encargo del párroco, el licenciado Mejía. Su trabajo en esta iglesia incluye una Coronación de la Virgen y una serie de grutescos en el friso y arco triunfal, con la firma «por mano de don Diego», identificada como suya por los expertos Teresa Gisbert y José de Mesa. Esta identificación se basa en la similitud estilística con otra obra firmada por él, el Bautismo de Cristo en la iglesia de Urcos, realizada posteriormente.

La pintura de Cusi Huamán se caracteriza por un «italianismo provincial y arcaizante», y a menudo se inspiraba en estampas, como se observa en el mural del Bautismo de Cristo en Urcos, que copia una composición de Mateo Pérez de Alesio grabada por Pedro Perret. Esta misma estampa fue utilizada por Bernardo Bitti en la iglesia de San Juan de Juli. La representación del Bautismo de Cristo en Urcos está organizada en torno a una diagonal, creando dos movimientos: uno ascendente de izquierda a derecha a partir del ángel, y otro en sentido contrario, determinado por la posición de Juan el Bautista y los efectos de iluminación. A pesar de las dificultades para seguir los dictados europeos, Cusi Huamán logró un buen uso del color, aunque tuvo problemas con la musculatura de los desnudos y el escorzo.

La obra en el baptisterio de Urcos está firmada en una cinta sostenida por un loro, con la inscripción «DON Dº CUSI GUAMAN ME FACIT». Este tipo de firma, utilizada por Alesio y copiada de Durero, fue adoptada por Cusi Huamán, quien se convirtió en el primer maestro indígena cusqueño en usarla, seguida posteriormente por Diego Quispe Tito.

Ángeles arcabuceros

Los ángeles arcabuceros son una representación de ángeles con arcabuz en lugar de la tradicional espada, desarrollada durante el periodo virreinal español en América del Sur. En la pintura virreinal del Perú, especialmente en la escuela cuzqueña, los ángeles son un tema destacado, representados con gran detalle y riqueza expresiva, superando en algunos aspectos a las representaciones europeas.

Este estilo particular de ángeles, vestido como soldados de la época y armado con arcabuz, tuvo una especial difusión en el siglo XVII en la región del Cuzco, en el Virreinato del Perú. Estos ángeles fueron bien recibidos por los indígenas, quienes pudieron identificar fácilmente a estos seres con sus antiguas deidades y héroes. Los pintores tuvieron en cuenta los escritos cristianos sobre la jerarquía de los ángeles, representando tanto a los arcángeles reconocidos por la Iglesia como a otros provenientes de la tradición.

En la iglesia de Calamarca, cerca de La Paz, Bolivia, se conserva una de las series más completas de estos ángeles, con treinta y seis cuadros del siglo XVII, de los cuales actualmente se pueden admirar algunos tras una restauración en 1993, incluyendo diez magníficos ángeles arcabuceros.

A principios del siglo XVIII, la demanda de estas pinturas creció en todo el Virreinato, y numerosos talleres indígenas producían grandes cantidades de lienzos, especialmente de ángeles arcabuceros, que se enviaban a Lima, el Alto Perú, Chile y el norte argentino. Investigadores como los Mesa-Gisbert y Ramón Mujica Pinilla han señalado vínculos entre estos ángeles y el culto precolombino a los astros, así como con guerreros alados del panteón prehispánico. Mario Ávila Vivar ha mostrado la relación entre los ángeles arcabuceros y las guardias de archeros y alabarderos de reyes y virreyes españoles.

Las pinturas de ángeles arcabuceros se encuentran sobre todo en Perú, Bolivia, y el norte de Argentina, así como en varios museos españoles. Un ejemplo es el ángel «Letiel Dei», cuya composición esquemática y equilibrada resalta el uso de formas triangulares y líneas verticales y oblicuas. El colorido y los detalles del ropaje, como los brocados, encajes y brillos, crean un efecto de fastuosidad. A pesar del tratamiento pictórico plano, característico de esta escuela, se logra un equilibrio total en la representación. El ángel porta un arcabuz en la mano derecha y una mecha en la izquierda, y su vestimenta incluye un sombrero chambergo con plumas, una casaca, chaleco azul, gregüescos y medias verdes, completando el atuendo con una espada y un manto rojo oscuro.

Escuela cuzqueña de pintura

La escuela cuzqueña de pintura, surgida en la ciudad virreinal del Cuzco, es una de las más importantes de la América colonial española. Esta escuela se caracteriza por la confluencia de la tradición artística occidental y la visión del mundo de los pintores indígenas y mestizos, resultando en una expresión artística original y valiosa.

La tradición de la escuela cuzqueña se originó después de la conquista española del Imperio incaico en 1534. Fue el primer centro artístico que enseñó sistemáticamente las técnicas europeas en América. El pintor italiano Bernardo Bitti, llegado en 1583, introdujo el manierismo, caracterizado por figuras alargadas y el uso de la luz focalizada. Bitti, durante su estancia, dejó obras maestras como «La coronación de la Virgen» y «La Virgen del pajarito».

Luis de Riaño, discípulo de Angelino Medoro, se instaló en el Cuzco hacia 1630 y sus técnicas manieristas influyeron significativamente. Otros artistas destacados de esta época incluyen al muralista Diego Cusi Huamán, conocido por sus trabajos en las iglesias de Chinchero y Urcos. La presencia del estilo barroco, influenciado por el tenebrismo de Francisco de Zurbarán y el arte flamenco, se reflejó en la obra de Marcos Rivera, uno de sus máximos exponentes.

Hacia finales del siglo XVII, la creciente actividad de pintores indígenas y mestizos consolidó la identidad de la escuela cuzqueña. Este arte se distinguió por su alejamiento de las corrientes europeas, enfocándose en temas costumbristas y representaciones de flora y fauna andinas. La ruptura en el gremio de pintores en 1688, debido a conflictos con los pintores españoles, permitió a los artistas indígenas y mestizos desarrollar un estilo propio, libre de imposiciones.

Una de las series más famosas de esta escuela son los dieciséis cuadros del Corpus Christi, conocidos por su riqueza de colorido y calidad de dibujo, además de su valor histórico y etnográfico. Diego Quispe Tito, uno de los pintores indígenas más importantes, incorporó elementos como la fauna en sus paisajes, representando una resistencia andina y aludiendo a la nobleza incaica.

Basilio Santa Cruz, otro destacado pintor indígena, se mantuvo más apegado a los cánones occidentales. Su obra en la catedral del Cuzco, especialmente el cuadro de la Virgen de Belén, es considerada una pieza capital de la escuela cuzqueña. La fama de esta escuela en el siglo XVII llevó a una producción masiva de lienzos durante el siglo XVIII, distribuidos a diversas ciudades y países.

Marcos Zapata, el pintor cuzqueño más importante del siglo XVIII, creó más de 200 cuadros, destacando los cincuenta lienzos de la catedral del Cuzco, que reflejan la flora y fauna peruanas. Las pinturas cuzqueñas, mayoritariamente religiosas, utilizaban colores intensos y pan de oro, con temas adaptados para incluir elementos nativos. Aunque la mayoría de estas pinturas fueron creadas anónimamente debido a tradiciones precolombinas, su impacto y estilo distintivo han perdurado a lo largo del tiempo.