El gas de la atmósfera que nos protege de la radiación ultravioleta (UV) es el ozono (O3).
El ozono es una forma de oxígeno que se encuentra naturalmente en la atmósfera terrestre. Se produce cuando las moléculas de oxígeno (O2) son expuestas a la radiación UV del sol y se separan en átomos de oxígeno individuales (O). Estos átomos individuales de oxígeno pueden luego combinarse con moléculas de oxígeno para formar moléculas de ozono.
El ozono es importante porque absorbe la radiación UV del sol, especialmente la radiación UVB de alta energía. La radiación UVB es conocida por causar daño a la piel y los ojos, y también se sabe que aumenta el riesgo de cáncer de piel. Si no hubiera ozono en la atmósfera, la cantidad de radiación UVB que llega a la superficie terrestre sería mucho mayor y causaría un daño significativo a la vida en la Tierra.
Sin embargo, la capa de ozono se ha visto afectada negativamente por la emisión de gases como los clorofluorocarbonos (CFC), que se usaron ampliamente en refrigeración y aerosoles. Los CFC pueden descomponer el ozono en la atmósfera, disminuyendo su cantidad y, por lo tanto, su capacidad para protegernos de la radiación UV. Afortunadamente, el Protocolo de Montreal, un acuerdo internacional para eliminar el uso de CFC y otros gases dañinos para la capa de ozono, ha ayudado a reducir la cantidad de estos gases en la atmósfera y permitir que la capa de ozono se recupere gradualmente.
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