En el manto de estrellas y luz divina,
bajo el cielo de México, tierra divina,
se alza tu imagen, Virgen soberana,
Guadalupe, reina que en el alma emana.
Morena doncella, madre celestial,
en tus ojos resplandece lo eternal.
La tilma, testigo de un milagro sin par,
refleja el amor que al mundo has de dar.
En el Tepeyac, entre rosas y cantares,
apareciste, Virgen, a Juan Diego en sus lares.
Con tu voz suave, un mensaje de paz,
un río de esperanza que en el alma trazas.
Oh, Virgen morena, estrella del alba,
bendita entre todas, amor que nunca acaba.
En tu manto guardamos nuestras penas,
bálsamo divino, consuelo en las jornadas llenas.
Eres refugio en tormentas y alegría,
en tus manos de Madre, el alma confía.
Con la guadalupana luz en el sendero,
caminamos seguros, libres de desespero.
Oh, Virgen de Guadalupe, estrella del camino,
ante tus pies humildes, postramos nuestro destino.
Con amor y devoción, te ofrecemos este canto,
pues eres faro divino en nuestro quebranto.
En la plaza, en la capilla, en el corazón,
tu presencia, Virgen, es bendición.
Bajo tu manto, encuentran reposo los pesares,
y en tu amor, hallamos razones para amar.
En el santuario de pétalos y esencia,
entre susurros de fe y reverencia,
se erige la Virgen de Guadalupe,
emblema de amor que nunca se duerme.
Bajo el cielo estrellado de México,
donde los sueños bailan en el trópico,
la Guadalupana, radiante y morena,
teje esperanzas con hebras de luna llena.
En el tilma, un mensaje bordado,
historia de un encuentro tan esperado.
Juan Diego, testigo de lo divino,
ante tus ojos, Virgen, se forja el destino.
Entre misterios y pétalos de rosa,
en tu mirada, la gracia reposa.
Eres la Madre, tierna y compasiva,
en el lienzo de la vida, eres narrativa.
En la Basílica, se eleva tu canto,
como coro de ángeles en el manto.
Oh, Virgen de Guadalupe, guía eterna,
en tu abrazo maternal, el alma se gobierna.
Tus manos acogen las lágrimas perdidas,
y en tus pies, la fe florece en medidas.
Eres faro en la noche, estrella fulgente,
en el peregrinar de un corazón latente.
En cada rincón de México, resuena tu nombre,
como eco sagrado, como fuego en el hombre.
Elevamos esta poesía, humilde ofrenda,
a la Virgen de Guadalupe, luz que enciende.
En el cielo de colores, entre nubes y alegría,
una estrella morena brilla con valentía.
Virgen de Guadalupe, tierna y maternal,
guíanos siempre con tu luz celestial.
En tu manto de estrellas, encuentro consuelo,
como un abrazo suave, dulce como el caramelo.
Eres la flor más linda en el jardín divino,
Virgencita amada, contigo, siempre camino.
Con ojos llenos de esperanza y de asombro,
te miramos, Virgen, en nuestro corazón somos tuyos.
Bajo tus alas de amor, jugamos y crecemos,
oh, Guadalupana querida, en tus brazos florecemos.
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